lunes, 7 de enero de 2013

Journey of Saga - Quinta Parte


Cuando le tocó el turno al tercer Maestro, ya estaba un poco más preparado.

Sintiéndome seguro y con suerte bajo un cielo azul-Sega, caminaba por una playa rocosa hacia un pequeño embarcadero de madera, que sobresalía en el lago como dedos quemados por el Sol. Atados había una piara de pequeñas embarcaciones, todas empujando y golpeándose juntas en el agua. Aquella era Makka Minority Village. Un pueblo flotante, como vi después.

No me gusta mucho el agua, o al menos, no aquellos días. Me recordaban a aquel error de mi 22º cumpleaños, cuando mi amigo de Manchester llegó con los bolsillos de su chándal llenos de tranquilizantes de cocodrilo, o esteroides de caballo, o antidepresivos para gatos, y me di cuenta que aquello era demasiado para mí. Aún me veo a mí mismo- agarrándome al suelo para ser absorbido por la propia inexistencia.  Me sentía como el agua. Como el océano. Sin fin, sin profundidad, sin habla, sintiéndome más extraño que la propia ficción, verde, después azul, después negro, después transparente, latiendo débilmente al son de la luna. Os diré lo peor: Lo peor era sentir que el propio movimiento de tu corazón te produce mareos y náuseas.




Pero sí, el día del tercer Maestro me sentía bien. Alrededor mío un gentío de pájaros picoteaban en el barro, y justo enfrente, Makka Minority Village parecía sencillo en comparación con los laberintos donde me había encontrado a los otros Maestros. Aquello llevaría poco tiempo.

A medida que me acercaba, empezaba a categorizar los barcos. Había pequeños pesqueros, cada uno conteniendo un universo de redes y anzuelos, vigilados por hombres morenos; por enterradores submarinos. Luego había sonrientes y coloridos barcos mercantes, profundamente apostados en el agua. Y cuando llegué a los yates, ya era capaz de mirarlos bajo sus enormes sombras, y a su vez, ser observado por las nerviosas sombras que dejaba atrás.

Miré a través del falso Sol del lago mientras daba aquellos paseos marítimos y contemplaba las tambaleantes casas. Vivir al lado del agua solo está bien cuando el agua también lo está, y aquella agua era del color de ventanas sucias y sudor nocturno, propia de un ecosistema donde cada peldaño de la cadena alimenticia era desagradable.

“hola tío”, dijo una voz detrás de mí. Me giré. Era un hombre rechoncho, desnudo excepto por una especie de poncho y una tela que llevaba en el lomo, y llevaba un jarrón enorme. Me debía haber visto llegar y habría surgido de su barcaza con la cosa más cara que había podido encontrar.

“¿tú compra jarrón?” preguntó.

“Oh, no, gracias,” dije, echándome para atrás. “No quiero comprar un jarrón. Estoy buscando a alguien.”

“tú compra jarrón,” dijo, moviendo el jarrón a su otro hombro. “auténtico”

La gente de Makka Minority Village era gente realmente simple, por cierto. Eran muy suyos, hablaban su propia lengua, vivían en casas de madera, comían perros, trataban a sus mujeres duramente y así. Pero los Makka eran lo suficientemente dóciles para ser una atracción turista para que los extranjeros vieran auténtica gente simple hacer cosas auténticas, como vivir en casas de madera, comer perros, tratar a sus mujeres duramente y así.

Según el dinero comenzaba a fluir por Makka Minority Village, los residentes desarrollaron un gusto por diversos lujos modernos- Red Bull, televisión, pornografía… Pero con el tiempo se descubrió que muchos turistas empezaron a visitar otros, aún más sorprendentes y “auténticos” pueblos simples de la zona, lo que privó a Makka de ese “intercambio cultural”.

No había nada que hacer, decidieron los ancianos de Makka. Los Makka debían convertirse en algo incluso más auténtico. Las túnicas y los sombreros coloridos y tradicionales llegaron primero, importados en masa de una fábrica de Australia. Entonces manualidades tradicionales fueron importadas de Rusia, objetos de una calidad superior a nada que pudieran hacer sus gentes. Los ancianos también dieron con una auténtica ceremonia religiosa que el pueblo entero seguía al anochecer. El profesor que me enseñó todo aquello dudaba sobre esa parte, pero había oído que involucraba un caballo y muchas zampoñas.

Trágicamente, aquella conducta decepcionante estaba funcionando. Pasados un par de barcos pude ver un grupo de extranjeros en un yate conducido por un guía asiático de blanca camisa y azules vaqueros.

De repente sentí la necesidad de realizar los estándares clásicos que ocurren cuando un viajero se encuentra a otro en la carretera. Me lamí la mano y me peiné el pelo para atrás, para inmediatamente sentir algo ahí arriba. Así fue como sin ningún tipo de terror me quité de un manotazo una ramita, un escarabajo y una bolsa de plástico del pelo. ¿Cuándo fue la última vez que me miré en un espejo?

“tú compra jarro senior,” decía el hombre de Makka. “auténtico jarrón. Mui onito”

“Que no,” dije. “No jarrón.” Empecé a alejarme de él para entrar más aún en el pueblo. Maldición. Parecía un monstruo. Si encontraba pronto al maestro, podría salir pronto de allí. Oh Jesús, ¿seguían mis pantalones metidos dentro de mis calcetines?

“¡tú compra jarrón! ¡$40 US!”

Aquello paró en seco mi galopante rutina, que hacía más por diversión que por práctica. “¿$40? Debes de estar de broma.” Las tablas de madera chillarón y soltaron un gruñido bajo mis pies, mientras el Sol brillaba. Estaba buscando símbolos de videojuegos según paseaba. Intentando escuchar nombres de juegos. Observando las reglas del juego.

“vahle vahle,” dijo, siguiéndome. “$20”

“Mira este jarrón, en serio,” dije, sin siquiera mirarlo, sin darme la vuelta. “Es de mala calidad. ¿Qué querría de algo como eso? Te daría $1 por él, no más.”

“vahle vahle,” dijo. “$1”

Ahí fue cuando vi mi pista. Había una silueta muy familiar balanceándose un par de barcos más allá.

Por encima de mi hombro grité un “¡Perdón!” al hombre del poncho, agarré mi mochila, empecé a correr hacia allí y salté dentro de un barco vacío.

Al encontrar un poco de equilibrio, salté otra vez de aquel barco hacia el siguiente, donde un hombre gordo sentado masticaba un plátano y miraba una televisión de bolsillo antiguo justo a un lado del barco. Me miró con la boca llena de trozos de plátano mientras le echaba un ojo al siguiente barco, listo para saltar.

Tenía las mismas pequeñas dimensiones que los demás, pero en su parte frontal había una efigie tallada de madera. La reconocí. Era una recreación de la cabeza del dragón del barco de The Legend of Zelda: The Wind Waker.

Estirado al lado del dragón estaba una sola figura vestida con una túnica verde hoja y un sombrero caído verde. Estaba cosiendo algo en una inmensa tela blanca, y cada uno de sus movimientos era tan suave como sus años de práctica se lo permitían.

Link de Legend of Zelda sentado en su barco dragón. Cazado.

Volviendo mi atención al barco del gordo (como a un metro de distancia de donde me encontraba), tomé un paso largo y salté. El arranque no fue el ideal, y quizás la adrenalina hizo que juzgara mal las distancias entre los barcos. Llegué a la embarcación de Link precisamente con dos brazos y una pierna, con la otra, mi culo y mi mochila empapados de agua y generalmente bocabajo. Por un segundo pensé aterrorizado que la cosa iba a volcar, aunque cuando me di cuenta que no era un elemento de importancia en su estabilidad, sino un hombre sucio surgiendo de un lado del barco, rápidamente empecé a soltar gruñidos que acabaron al rodar por completo sobre la cubierta.

Mi cabeza acabó al lado de los pies descalzos de Link. Eché un vistazo a través del Sol. Tenía unas características muy suaves y las curvas de sus ojos… ¡Mierda! ¡Era una mujer! ‘¿Y por qué no?’ pensé. Muchas mujeres empiezan a jugar a videojuegos cada año. ¿Por qué uno de los maestros no podría ser una mujer?

Había parado de coser y me estaba mirando. Sonreí agresivamente y me tambaleé, me sentía pesado y jadeaba, mientras permanecía acostado sobre mi mochila. Debí parecer una tortuga despeinada patas arriba. Sin decir una palabra (es decir, sin decir una palabra que no fueran sonidos que no podía dejar de decir- podéis imaginarme, jugando a whack-a-mole en silencio) giré hacia el frente, me levanté, y me di la vuelta para mirar a la mujer en la dirección correcta.

Después de todo no era una mujer. Aburrido de mi presencia, volvió a su costura.

Lo miré durante un minuto, y entonces, lentamente saqué un cigarro HD con dificultad de su caja. De repente, la cabeza de Link se volvió para darme la cara, como si hubiese aparecido de ninguna parte. Encendí el cigarro, y dejé que el humo entrara en mí, y así una vez más sentí una gravedad increíble despegándose de mi pegajosa existencia, enviando el humo a través de mi garganta.

Por primera vez fumando un cigarro HD, me atraganté. Los tosidos fueron inaguantables- Sentía las convulsiones empezar en mis pies y dedos, y atravesar como un rayo mi espina dorsal hasta mi boca, donde salían con rapidez extrema y mucho ruido. Algo muy real estaba saliendo de allí.

El nuevo mundo empezó a formarse, acompañado por el humo de mi boca como una estrella del rock haciendo una entrada a través de hielo fundiéndose. Me encontré físicamente reducido. Lo primero que pensé al levantar las manos fue en que me había convertido en una araña. Al tocar mi cara me sentí genial, con esos huecos mustios donde antes estaban mis mejillas. Mi tamaño se había visto bruscamente reducido. Pero contrariamente a lo que me había pasado a mí, Link había crecido. Era más fuerte, más duro y más alto. Sobre sus nuevos hombros de armario había una cabeza parecida a un busto de piedra. Inserté un par de pulgares bajo mi cinturón. Mi ropa, gracias a Dios, había mermado conmigo, al contrario que la de Link. Observé como uno de sus pezones salía de la V de su túnica como una estaca.

Makka Minority Village también había cambiado mucho. Las casas barco ahora eran tambaleantes construcciones de cuatro pisos, con tejados inclinados exageradamente, y los barriles y las cajas de los barcos mercantes estaban rellenos de monedas de oro, piñas, sedas y otros artículos de lujo. Era una ciudad de fantasía.

 “Dime, amigo mío,” dijo Link, con una voz tan fría como una bebida en pleno día de agosto. “¿Qué opinas de los juegos lineares?”

Él era el tercer maestro. De acuerdo.

“Los juegos lineares,” empecé, para luego parar. Mi voz era aflautada y sin energía. Era horrible. Decidí abandonar el enorme discurso que tenía en mi cabeza. “Los juegos lineares no son realmente lo mío.”

“Me encantan los juegos lineares,” dijo el maestro. “Me encanta lo fluido y excitante que puede ser un juego linear. Me encanta la perfección con la que el desarrollador puede llevar la experiencia y la historia. Half-Life 2, Final Fantasy VII, Modern Warfare. Juegos increíbles.”

“Los juegos lineares son aburridos,” dije. “Los no lineares son mejores. Dejándote tirado ahí fuera, perdiéndote por los mapas, buscando problemas, creándote tu propia historia… Eso es lo realmente excitante.”

Una mirada de preocupación atravesó su rostro. Dejé que sus ojos siguieran a los suyos, y al otro lado del lago vi columnas de humo emanando de las hogueras de un pueblo alejado.

“Mira,” dije, golpeando el mástil del barco, el cual (ahora que lo pensaba) no estaba ahí antes. “Tienes un barco precioso. ¿Por qué no exploras conmigo? Vamos a ese otro pueblo.”

“¡No!” dijo el Maestro, girándose para darme la cara rápidamente. “Soy el héroe de este pueblo. Mi sitio está aquí. Y además, cruzar el lago es peligroso. Nadie lo ha hecho nunca antes.”

Exhalé en su dirección. “¿Nadie ha cruzado el lago antes? ¿Te refieres a que nadie que lo ha intentado lo ha conseguido, o que nadie lo ha intentado?”

“No… No recuerdo a nadie intentándolo”, dijo.

“¡Bien!” di una palmada y salté. Mi mochila evidentemente no se había reducido, y terminé aferrándome al dragón con las dos manos para evitar caerme del barco de espaldas. Si estuviera boxeando, ¿qué clase de peso llamaría a este nuevo cuerpo mío? Peso palomita. Peso humo. Peso sin peso. Me acordé que una vez nos dijeron que cuando veíamos humo moverse en pautas extrañas, no era culpa del propio humo. Que era recogido y doblado por el aire, que se va moviendo todo el tiempo. Imagina eso. El aire que nos rodea está enrollado y se extiende todo el rato. Solo que no lo podemos ver.

“Tengo una proposición. Seamos los primeros en cruzar el lago,” le dije al Maestro. “Tú y yo. ¿No te parece eso heroico, Señor Héroe?

“…De acuerdo”, dijo el maestro, con una voz quebrada. “V-Vamos…” Preocupado, parecía tener problemas para desatar los amarres del barco. Después de derrotar esos nudos se fue a buscar los remos. Eventualmente, me pregunté si realmente estaba llevando aquello en la buena dirección. Ah, ¿y a quién le importaba? Me incliné contra la proa y disfruté del Sol.

“Esto es así,” empecé, estremeciéndome por aquella voz de empollón tan parecida a la de Kazoo. “La no-linealidad va sobre la emoción de explorar, el placer de la libertad. A más libertad das al jugador, mayor oportunidad le das a las situaciones emergentes y emotivas. Vamos a usar Morrowind como ejemplo.”

“No era un juego de terror, pero el hecho de que pudieses salir fuera a caminar por tu cuenta me daba un miedo terrible. No era un jugador con mucha experiencia, y la opción de explorar el mundo y pasar tiempo con quien yo quisiese significó sentir todo tipo de emociones hacia NPCs que resonaban con mi personalidad. Y no fueron u-“

Un trueno aflautó mi voz. Incorporándome, vi que el cielo azul estaba siendo engullido por una nube tan negra como el lodo volcánico. Contemplé como el Sol se desvanecía detrás de ella a medida que la oscuridad avanzaba.

El Maestro seguía remando. “Sabía que debíamos habernos quedado”, dijo. “Esto es inútil, incluso para ser una aventura.”

“¡No!” chirrié, aunque otra vez interrumpido por un trueno. Aquel cielo propio del día del Juicio Final estaba encima de nosotros, y el barco empezaba a dar botes en aquellas olas cada vez más fuertes. Pero aquello era un lago, ¿cómo podía haber olas? Rápidamente me agarré a la plataforma que tenía detrás de mí mientras el Maestro seguía remando fuertemente.

“Los juegos no lineares resultan en situaciones tan estúpidas como esta,” dijo, desesperadamente. “Cuando el desarrollador le da control directo al jugador para vivir su propia experiencia, el jugador se mete él mismo en problemas. La curva de dificultad, la curva de aprendizaje, el arco de la narrativa, todos esos detalles que conforman el camino a seguir, da lugar a la confusión, a la frustración, y a la inutilidad. ¡Cuidado!”

Miré a los lados cautivamente, y vi una ola de casi dos metros acercarse hacia nosotros. Agaché mi cabeza bajo aquél monstruoso cielo mientras la ola golpeaba nuestro buque con una fuerza rompedora, arrebatándonos el aliento y fatigándonos. Toqué mis labios y no sentía nada.

“No,” grité, sacando un cigarro HD de la caja impermeable de mi bolsillo. “¡Ese es el tipo de mierda que dan los juegos lineares para mantenerte firme y derecho! ¡Vamos por buen camino!” ¿Podía el Maestro oírme a pesar del agua y el tiempo? Golpeé la rueda del mechero con mi pulgar, pero no producía sonido alguno. Me había quedado sin poder fumar.

¿Qué pasó entonces?

Escuché un ruido a mi derecha, y miré hacia allí justo a tiempo para ver un bungalow de agua chocar contra nosotros. Ya que en vez de estar agarrándome al banco, tenía mi mano suavemente cogida alrededor de una madera medio rota, según la ola golpeaba, mi arácnido cuerpo voló por los aires, para caer en un mundo lleno de agua. Ya conocéis ese lugar. Habéis estado ahí, estoy seguro- ese reino subacuático donde no hay libertad, ni movimiento, ni sabiduría, solo pánico al agua, muros acuáticos y fantasmas ahogados. ¿Qué es lo que dicen? Insultos y comentarios despectivos acerca de lo poco que flotan los seres humanos.

Pero no es tan fácil acabar con este cuerpo. ¿Yo? Soy un blandengue, una mariposita.  Incluso podría estar ya muerto, asesinado por los videojuegos hace mucho tiempo. Pero aquel cuerpo… Salí de la superficie del lago a un mundo lleno de luz. El cielo era azul de nuevo. El agua era calmada. El barco dragón no estaba por ningún lado, y nadaba a la deriva a cincuenta metros de Makka Minority Village, que había vuelto a mi forma original.

Ya que no tenía nada mejor que hacer, di una patada y nadé hacia la costa, llenándome hasta arriba de barro. Dios, cuando llegué estaba cansadísimo. Era un utilitario sin gas en el depósito, una venta difícil con un vendedor negligente. Me tiré al Sol, simplemente respirando, y caí dormido profundamente.

Aún había luz del Sol cuando me desperté. Levantarse bajo un espléndido rayo de Sol es una de las mejores cosas de la vida, ¿no? Te sientes como un robot gigantesco que no ha sido activado desde hace un milenio. ¿Qué harás ahora que vuelves a estar consciente de nuevo? ¡De todo! No, nada. Nada de nada. A veces, es difícil imaginar algo mejor que una existencia marchita y gastada.

El Sol me había secado por completo, ropa incluida. Me levanté, inseguro de que el barro sostuviese mi ahora-normal estatura, pero lo hizo. Sintiéndome firme y suertudo bajo un cielo azul-Sega, troté hacia los yates de madera que sobresalían como dedos quemados  por el Sol. Seguían igual que antes, moviéndose y golpeándose juntos en el agua.

De nuevo, empecé a categorizar los barcos según me adentraba aún más en el muelle.

“hola tío,” dijo una voz detrás de mí. Era el tío del poncho otra vez. “¿tú compra jarrón?”

“Oh, por favor, fuera de aquí”, dije. Entonces, pensé en lo que había dicho. “Espera,” dije, lo cual era un poco redundante porque no se iba a ir a ninguna parte. “Déjame ver eso.”

Cogí el jarrón que llevaba, ignorando el envoltorio de espuma y metiendo mi mano dentro.  No encajaba del todo. “jarrón auténtico”, dijo el hombre. “mu onito. $40 US.”

Encontré un billete de $1 en mi bolsillo y se lo di. Lo cogió sin rechistar y se fue.

Manteniendo mi nuevo y puramente auténtico jarrón contra mi pecho, me fui saltando por el barco de aquel señor gordo, pero esta vez sin parar. Aguardé un momento entre barco y barco, llegando hasta el barco dragón del Maestro sin percances ni accidentes.

Seguía cosiendo en su sábana blanca y no parecía acordarse de mí. Me permití un descanso. Extrañamente, me senté, rasqué mi cabeza y me saqué una ramita, un escarabajo y una bolsa de plástico del pelo.

Aquello era raro.

Me quedé mirando al Maestro un rato, ideando un plan. Eventualmente, empecé.

“Vale,” dije, encendiendo mi según, y posiblemente mi primer cigarro HD del día. “Vamos a intentarlo de nuevo.”

*  *  *

Miré los músculos del Maestro flexionarse y relajarse mientras le daba a los remos. Realmente estaba hecho para ser un héroe. Encima de su cabeza, su sombrero parecía ridículo, como un adorno. Sabía que podía llevarnos a través si él quería.

Todo había ido igual que antes hasta aquí. Incluso mermé mi estatura de nuevo. Pero en vez de desplomarme sobre el casco, me sostuve sobre mis pies. Lancé un huesudo dedo hacia el Maestro.

“Escúchame. El único y definitivo aspecto de los videojuegos es que son interactivos. La participación de la audiencia es todo lo que tienen. Es todo lo que son.”

Chequeé el cielo. La tormenta estaba ya en el horizonte y venía hacia nosotros.

“La idea,” seguí, “de usar la interactividad que poseen los videojuegos simplemente decidiendo si el jugador gana o pierde, y si la historia continúa o para, es inútil. Pero eso es exactamente lo que hacen los juegos lineares. Pueden seguir siendo entretenidos, pero desde una perspectiva artística, usar así la interactividad es un completo error.”

En ese momento, el Maestro dibujó una expresión filosófica. “Pero los juegos no lineares resultan en todo tipo de situaciones estúpidas. Cuando el desarrollador le da control directo al jugador para vivir su propia experiencia, el jugador se mete él mismo en problemas. La curva de dif-“

“Sí, sí”, dije, cortándole. No era fácil, con aquel timbre de voz tan característico. “Sé lo que vas a decir. Los juegos lineares permiten una experiencia tan fluida como un paseo en bobsleigh. Y también restrictiva, si se me permite añadir. Pero la fluidez no es siempre ideal. Puede que parezca que sí, porque los picos de dificultad y quedarse atascado en un juego siempre es desagradable, pero si el juego no es linear esas situaciones pueden ser menos irritantes porque eres tú mismo quien se ha metido en el berenjenal y porque es tu propia aventura.

“Un obseso de Stalker que conozco cuenta siempre una historia increíble sobre cómo anocheció cuando su personaje estaba herido, y cómo se dio cuenta que tenía horribles monstruos mutados al Norte y al Sur de él. Se quedó la noche entera bajo un árbol caído, y después consiguió escapar al amanecer. ¡Eso sí que es una historia increíble!”

La oscuridad cayó sobre el barco. Estaba siendo muy lento. No me quedaba mucho tiempo. El primer trueno llegó, y me aproximé hacia la oreja del Maestro para seguir con mi discurso.

“Escucha, ¡te llamas a ti mismo un héroe, defendiendo ese pueblo de allí atrás! ¿Pero qué hay de heroico en hacer lo que te mandan que hagas? Alguien que sigue el camino indicado puede ser noble, y si avanzas de determinadas maneras puedes ser recompensado, pero yo no diría que es un héroe. La heroicidad es otra cosa. Un héroe es alguien que escoge sufrir por aquello que considera un bien mayor, o alguien que elije mantenerse firme donde otros escaparían sin dudar, o alguien que escoge pelear contra cosas extrañas. Simplificando, si no eliges nada acerca de lo que haces, nunca serán un héroe. Seguirás las vías del tren. Serán un autómata.”

Contemplé con horror que el Maestro había dejado de remar. “Qué estás diciendo,” dijo. El barco empezó a dar botes de arriba a abajo según iban viniendo las olas pequeñas.

Me incliné en su hombro y puse mi dedo enfrente de él, indicando el pueblo distante del otro lado del lago. Bajo esa nube podías seguir viendo las hogueras de la playa. “Estoy diciendo, que para probar que eres el héroe que dices ser. ¡Tienes que ser el primer en cruzar este lago, y llevarnos hasta allí!”

Una máscara de determinación de hierro apareció en la cara del Maestro. Sonreí. Podrías haber partido nueces entre esos labios y cocinado hormigas con esa mirada. En preparación por la primera gran ola, metí el mechero y el paquete de cigarros dentro del jarrón, y metí mi mano derecha, la que sostenía el cigarro. Ya que era más delgado, pude meterla sin problemas.

La primera gran ola entró dentro del barco, mojándonos a los dos de la cintura para abajo y dejando una pulgada de agua. Mi cigarro podía estar seco, pero aún teníamos que darnos prisa. Sin equilibrio, corrí hacia el frente del barco según la primera ráfaga de lluvia caía sobre nosotros. Agarrándome al dragón con una mano mientras alargaba mi brazo de Megaman, grité con coraje. “¡Tienes que llevarnos hasta allí! ¡Tú eres el héroe!”

“Tengo que llevarnos hasta allí,” retumbó el Maestro. Observó que ninguna ola grande venía, y se levantó hacia detrás del mástil. Con un chasqueo de sus dedos, desató un nudo, y después otro, y después la vela cayó de un golpe. Con la boca abierta, vi lo que había estado cosiendo antes. En medio de la vela estaba cosida una enorme y dorada trifuerza. Brevemente, creí que me había caído por completo del barco.

Pero no era así. Agarrando el timón con las dos manos, el Maestro empezó a dirigir el barco, y en vez de romperlo contra la siguiente gran ola, nos impulsó como si fuera una piedra al rojo vivo en las manos de alguien. Por mi parte, quité el brazo del jarrón, le di una calada al cigarro HD, y lo volví a meter dentro. Las olas crecieron hasta el punto de perder de vista los dos pueblos. Pero ahora simplemente me cogía a la cabeza del dragón para salvar mi propia vida, haciendo lo mejor para respirar a través de los fríos dedos de la lluvia y el viento.

Una columna de luz rompió a través del cielo, como si el Sol fuera un gran martillo intentando liberarnos. Miré hacia el Maestro. Encorvado contra los constantes ataques del agua y la oscuridad, de la inhumanidad, parecía asustado, pero decidido.

“¡Eso es!” le grité con todas las fuerzas que pude. “¿Sabes lo que estamos haciendo ahora mismo? ¡Nos estamos separando del camino! ¡La no linealidad es el único futuro, chaval! ¿Lo entiendes? ¡Si todos los juegos aspirasen a ser más interactivos, el futuro de los juegos será la total interactividad, la total libertad, la total no linealidad!” Abrí mi boca para hablar más, pero mala inclinación del barco me envió agua hacia mi nariz y garganta.

“¡Lo entiendo!” gritó el Maestro. “¡Los juegos lineares no son nada más que prisiones!”

“¡Exactamente!” repliqué, cogiendo otra calada del cigarro. Otra excesiva inclinación del barco causó que me cayera del dragón, y me llevó varios intentos meter de nuevo la mano en el jarrón con uno de mis ojos ardiendo en dolor. Seguí- “No hay un solo género de juego en el planeta que no se mejorase con más libertad. ¡Los únicos problemas que encontramos con la no linealidad son narrativos y tecnológicos, y esos son problemas que podemos solucionar! ¡Los videojuegos ascenderán hacia la forma de arte más importante en este planeta, pero sólo si nos damos cuenta de su potencial!”

Y justo entonces el Sol atravesó las nubes, y después de algunas olas más débiles que aún quedaban en el calmado mar, nos quedamos aproximadamente a  30 metros de la costa.



“¡Lo conseguimos!” salté. No me lo podía creer. Miré hacia el Maestro, sorprendido. Éramos dos manojos de nervios, sonrientes y mojados.

“Me has convencido”, dijo el Maestro con una palmada de sus extraordinarias extremidades. “Los juegos existen para darnos libertad con ficción. Los juegos lineares restringen esa libertad. Tendré más interés en los juegos no lineares en un futuro.”

“De acuerdo,” dije. Saqué mi mano del jarrón y recuperé mis pertenencias. Me sentía infinitamente bien. Y entonces vi el pueblo al que nos estábamos acercando.

Era Makka Minority Village. Me quedé en blanco. Mirando por encima de mi hombro, vi que el pueblo al que queríamos llegar seguía estando ahí, al otro lado del lago.

“Para de remar,” dije, con profundo dolor. “La tormenta nos dio la vuelta, tenemos que volver.”

Pero el Maestro no paró de remar. “No, este es el otro lado del lago,” dijo. “Hemos estado navegando rectos todo este tiempo.” Nos acercamos al punto desde donde partimos, y el Maestro avanzó un poco más, amarrándonos a la pasarela.

“¿Entonces cómo hemos llegado aquí?” pregunté, derrotado.

“Piensa en ello,” dijo. “Aunque la experiencia sea linear o no linear, todos seguimos un camino. Sólo tenemos una experiencia. Lo que necesitas entender es la intrínseca futilidad de desear libertad por el ansia de libertad. Si sólo juegas una vez a un juego, no hay diferencia entre un juego que ofrece total libertad y uno que sólo tiene un camino, lo único que hace es mostrarte una falsa ilusión de libertad. Al principio, escoges lo que hacer cuando quieras. Al final, crees que eres capaz de decidir qué hacer cuando te plazca. Y entonces crees que estás en la vida real.”

“¿Creías que cruzar el lago era romper el camino a seguir? ¿Cómo sabes que cruzar el lago no es el camino establecido que debíamos recorrer? Nunca lo sabrás. Y así, nunca podrás romper las barreras ni cambiar nada ni saber si simplemente decides lo que hacer o sigues tus propios raíles. En realidad, no hay nuevos pueblos que encontrar. Sólo existe Makka.”

Me quedé boquiabierto. Podía haber discutido. Lo podía haber hecho, si ser un matojo de nervios no me hubiese empezado a sentir como una maraña de cables inútiles. Simplemente fumé.  Me di cuenta que sólo estaba enfadado conmigo mismo. Brevemente, pensé que ya se me había pasado.

“¿Determinismo?” pregunté. “¿En serio?”

“El cuarto y último Maestro no vive en ningún lugar en específico,” dijo el Maestro, guardando los remos y empaquetando las velas. “Viaja al Norte, y lo encontrarás.”

Me levanté, y de un solo paso llegué al muelle, y allí esperé a que aquel sentimiento de inutilidad se secase como el agua que me empapaba.

Tiré el cigarro al lago y esperé a que el mundo volviese a la normalidad. Y lentamente, lo hizo. Salí entonces andando del pueblo.

Llegué a aquel paraje fangoso donde estaban los pájaros, donde dejé mi equipaje. Me tiré al suelo con las piernas cruzadas. El Sol me hacía sentir bien. Decidí secarme allí, y rápidamente me quedé dormido.

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