martes, 11 de junio de 2013

La-Mulana


¿Cuánto tarda en doblegarse la voluntad de un hombre? ¿Cuánto tarda una persona en llegar a ese punto crítico entre la serenidad y la cordura? ¿Cuánto tiempo puede aguantar alguien antes de caer profundamente en el oscuro pozo de la desesperación?

Yo lo tengo claro. Muy claro. 26 horas. O al menos, esa es mi respuesta. Porque cada uno tendrá la suya. Hay quien aguantará más, hay quien aguantará menos, pero muy pocos aguantan hasta el final. Yo no lo he conseguido, vosotros seguramente tampoco.

Sé muy bien que estos últimos días he dejado el blog medio abandonado, pero os aseguro que ha sido por causas mayores. Exámenes, vida social, carreras universitarias que penden de un hilo... Cosas que le dan emoción a la vida. Pero mentiría si la causa principal del abandono no fuera nada más y nada menos que La-Mulana.

Y como siempre, antes de empezar con el típico monólogo bloguero, os contaré una pequeña historia acerca de cómo surgió todo. Resulta que, en una de mis típicas aventuras por Internet, determinada persona recomendó un cierto personaje que un día os presentaré. Era un hombre que grababa gameplays de videojuegos, de una forma un tanto curiosa, y mucho antes del gran fenómeno youtuber que tan rápidamente se está extendiendo en la actualidad. (Hasta el punto de plantearme si yo mismo debería hacer un LP de algún juego)

Muchos años después de conocerlo, empecé a ver sus vídeos, y por casualidades de la vida acabó jugando un juego de plataformas diseñado para que él lo jugase, creado por todos sus fans. Aquello me encantó, y muy en especial, un determinado nivel construido a base de amor, sudor y sobretodo, rabia.

Me gustó tanto que decidí bajar el juego, y llegar a ese mismo nivel para jugarlo, pero como ya había visto en vídeo todos los niveles, la propuesta no acabó de cuajar. Indagando, descubrí que aquella parte que tanto me gustaba, estaba inspirada en un videojuego relativamente actual, creado con una rabia y una furia incluso mayores, capaz de reducir a cenizas la voluntad de un hombre bueno.